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Bertrand Russell (1872 – 1970) fue uno de los pensadores más destacados del siglo XX. Al igual que el conocimiento (lógica, matemáticas y filosofía), le preocupaban los asuntos políticos y sociales de su época con respecto de los cuales siempre sostuvo una posición contracorriente que le hicieron objeto de un sinnúmero de críticas.
De origen británico, tuvo un compromiso activo con la paz. Durante la I Guerra Mundial, fue una de las voces más ilustres que se opuso al desastre que devastaba a Europa. Poco después de que Gran Bretaña hubiera declarado la guerra a Alemania, escribió un artículo en la revista The Nation: “[…] Hace un mes, Europa era un grupo pacífico de naciones; si un inglés mataba a un alemán, era ahorcado por asesinato. Ahora, si un inglés mata a un alemán, o si un alemán mata a un inglés, son patriotas”.

En la II Guerra Mundial, pese a su escepticismo, se inclinó por los aliados, pues creía que un mundo dominado por el fascismo sería una catástrofe. En 1950, al recibir el Nobel de Literatura, pronunció un discurso, tan sencillo como esencial, para las generaciones futuras:
“[…] Hay dos pasiones estrechamente relacionadas a las cuales los seres humanos son, lamentablemente, propensos: me refiero al odio y al miedo. Es normal odiar lo que tememos, y pasa frecuentemente, aunque no siempre, que tememos lo que odiamos. Pienso que esto puede ser tomado por regla sobre los primeros hombres, que ambos temen y odian lo que les resulta poco familiar. Ellos tienen su propia manada, originalmente una muy pequeña. Y dentro de una manada todos son amigos, a menos que exista alguna razón especial de enemistad. Otras manadas son potenciales o actuales enemigos; un solo miembro que se aparte accidentalmente de su manada será asesinado. Una manada extranjera, como un todo, será evitada o combatida según las circunstancias. Es este mecanismo primitivo el que aún controla nuestra reacción instintiva a las naciones extranjeras. La persona que nunca ha viajado verá a todos los extranjeros como el salvaje considera un miembro de otra manada. Pero el hombre que ha viajado, o quién ha estudiado política internacional, habrá descubierto que, si su manada espera ser próspera, debe, en algún grado, convertirse en una amalgama con otras manadas […]”.

Desde la perspectiva de Russell: “[…] El cultivo del miedo nos degrada; se convierte en una obsesión, produce odio hacia lo que tememos y nos lleva a excesos de crueldad”. Sabiamente, propone que un mundo mejor necesita inteligencia, la cual se logra con educación. “¿Para qué estamos en el mundo?”, se pregunta. “Para dos cosas: para ampliar el conocimiento y ampliar el amor”, se responde.

Russell, humanista por excelencia, explicaba de forma sencilla (y a la vez profunda) aquellas cuestiones que a todos nos tocan: odio, amor, guerra y paz, entre otras. Su pensamiento es inspirador, pues invita a cultivarnos para alcanzar una mejor versión de sí mismos y poder contribuir a la construcción de un mundo diferente. Tal es nuestra misión, no tenemos otra en esta aventura que llamamos vida.

Capitán (ra) del Ejêrcito de Colombia. Exasesor del Alto Comisionado para la Paz.
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